jueves, 9 de enero de 2014

Cincuenta y dos.

Será que hay que creer en algo. Quizás tus vaqueros estaban demasiado desgastados y mi falda no me dejaba saltar las costuras. Que si es por creer, yo creo hasta en las mentiras dichas entre susurros por miedo a ser verdades dichas a gritos. Que si somos miles no somos muchos. Una misma canción, que con un par de acordes más, se vuelve interminable. Que si me visto a medias, a lilas y a ciertas no es por tí; es por mis fuerzas de guerrera que aunque ni yo las sienta, existen (creo, quiero creer y me gustaría creer que existen). Pero que acabamos como empezamos: hay que creer en algo, dicen. Y si de creer van las cosas, yo no me veo aquí. Que por creer, no me creo creíble. Y no creo que nadie quiera creerme. Por eso de que mis calcetines me lleguen por encima de las rodillas... No sé (no creo, mejor dicho).