jueves, 23 de octubre de 2014

Sesenta y cinco.

Dicen que la vida se pasa en tres segundos. Yo digo que son segundos inmensos. De los que no puedes detener, pero puedes disfrutar. Dicen que la vida sabe a poco, yo digo que solo hay que saber saborearla. Dicen que las personas cambian, decepcionan, se pierden y te encuentran, yo no digo ninguna de esas cosas. Piensan que insistir y persistir es cosa de locos, de gente que le importa tanto la vida que piensa que dura más de tres segundos. Yo digo que insistir es saber que deseas algo. Yo digo que persistir es tener la certeza de que puedes conseguir lo que deseas. Creen que los momentos que quedan en el recuerdo siempre serán más importantes que los momentos que tu quieras crear en el presente. Y yo soy de las que creen que si no tienes este presente lo suficientemente cuidado, los momentos del pasado que recuerdes no merecerán la pena. Porque la vida son caminos, laberintos, enredos, escapadas. Los momentos los escribes tú, los decides tú, los vives tú. Y qué sería de nosotros en una vida sin sabor, sin amarguras y dulzuras. Qué pasaría si yo fuera de las que creen que la vida dura tres segundos... Seguramente aun estando viva, me sentiría muerta. Y es que las personas más muertas son las que vivas se caban su propia tumba.

martes, 14 de octubre de 2014

Sesenta y cuatro.

Buscaremos infinitos imposibles. Encontraremos "para siempres" limitados. Viviremos en las más diminutas verdades. Y moriremos con las más inmensas mentiras. Porque sé que quiero escribirte, y sé que no quiero que leas lo que te escribo. Y que las contradicciones me ahogan. Me vacío porque cuanto más me lleno, más duelo. Exprimo mis últimas lágrimas y soy consciente de que te quiero desde lo más profundo de mi odio. Y qué vueltas da la vida para que yo acabe por pedirte que te quedes, justo antes de suplicarte que te vayas. Que no puedo seguir con esto, pero no puedo echarlo en falta. Y me sostengo en un hilo de ganas de abandonar, que nunca acaban por ser más fuertes que las de continuar. Y me convierto en mi propia guerra.