martes, 2 de diciembre de 2014
Sesenta y siete.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Sesenta y seis.
jueves, 23 de octubre de 2014
Sesenta y cinco.
martes, 14 de octubre de 2014
Sesenta y cuatro.
domingo, 21 de septiembre de 2014
Sesenta y tres.
sábado, 30 de agosto de 2014
Sesenta y dos.
jueves, 7 de agosto de 2014
Sesenta y uno.
domingo, 3 de agosto de 2014
Sesenta.
Cuando todo se termina y lo que queda es respirar aire sin oxígeno. Ya no sabes qué más hacer. Hacia dónde ir. O cómo avanzar. No puedes dar más pasos porque estás al borde del precipicio. Quisiste caminar tan rápido que nadie te alcanzó y ahora estás tan sola que ni te acuerdas lo que es intercambiar palabras. Y como todos chillan para pedir auxilio, tú te sientas a esperar algo que no va a llegar. ¿De verdad creías que esto iría a algún sitio? Hasta el más inculto en este mundo sabría que tú estabas dispuesta a dar un paso más y tirarte al vacío, y que él no sería capaz ni de dejar de gritar de miedo.
sábado, 2 de agosto de 2014
Cincuenta y nueve.
Pero como no podía ser de otra forma, todo pasa el día veintidós. Que no es por decírmelo a mí misma ni nada, pero autoconvencerme de que según el número de veces que escribas que estás bien, varían las veces que realmente estás bien, es algo que ya no me afecta. Y ahora entiendes. Entiendes nada y todo. Entiendes lo suficiente como para darte cuenta de que no merece la pena vivir por los demás. Ni por tí misma. Solamente has de asumir que vives en un mundo donde pase lo que pase, sigues viviendo aunque no estés lo suficientemente viva.
viernes, 1 de agosto de 2014
Cincuenta y ocho.
lunes, 28 de julio de 2014
Cincuenta y siete.
lunes, 30 de junio de 2014
Cincuenta y seis.
sábado, 28 de junio de 2014
Cincuenta y cinco.
Es la peor sensación. El sentirse vacía por culpa de algo que debería llenarte. El perder el rumbo por un camino que supuestamente te conoces. Buscar, buscar y buscar, para solo encontrar lo que ya conocías. Es algo extraño. El pensar en el vacío interior. El no llorar, ni reir. Simplemente estar. Es raro pensar que una vez esto era lo dejaba que tu corazón siguiese latiendo. Ahora ya no sé qué nos queda. Un puñado de lágrimas y un montón de recuerdos... espero que al menos eso nos llene en un futuro.
domingo, 11 de mayo de 2014
Cincuenta y cuatro.
Dile al mundo que no me he rendido. Dile al mundo que no me he dejado caer. Dile al mundo que no existe el valor sin miedo. Dile al mundo que moría de miedo y vivía sin él. Diles que no me fui. Que me quedo. Que no lloro ni sonrío, pero tampoco espero. Diles que todo sigue igual de diferente. Y sobre todo, diles que vivan antes de nada. Que se dejen la piel en sus sueños de cada noche. Que se arranquen la cabeza por aquello que aman. Que no dejen los imposibles para luego. Sobre todo diles que yo estuve allí; y si no he estado, estaré. Porque al final no todo trata de ser recordado. La vida es hacerse recordar.
lunes, 7 de abril de 2014
Cincuenta y tres.
Cuando te obligas a tomar un camino que no es el tuyo. Y acabas por no respirar. Porque vives encerrada en una habitación que te ahoga. Y puedes oir los susurros del pasado queriendo decirte que te echa de menos. Y no lo crees. Porque las palabras se borran con el tiempo. Y a veces solo las decimos por no callarlas. Y menudo error ese. El de querer seguir adelante cuando sabes perfectamente que estás en la última página del libro. Porque solíamos esperar la lluvia de abril y los claros de enero. Pero ahora solo nos queda el frío imposible de agosto. El que se hacía más duro sin tus abrazos, sin tus brazos, sin ti. ¿Ahi arriba hace sol siempre?
jueves, 9 de enero de 2014
Cincuenta y dos.
Será que hay que creer en algo. Quizás tus vaqueros estaban demasiado desgastados y mi falda no me dejaba saltar las costuras. Que si es por creer, yo creo hasta en las mentiras dichas entre susurros por miedo a ser verdades dichas a gritos. Que si somos miles no somos muchos. Una misma canción, que con un par de acordes más, se vuelve interminable. Que si me visto a medias, a lilas y a ciertas no es por tí; es por mis fuerzas de guerrera que aunque ni yo las sienta, existen (creo, quiero creer y me gustaría creer que existen). Pero que acabamos como empezamos: hay que creer en algo, dicen. Y si de creer van las cosas, yo no me veo aquí. Que por creer, no me creo creíble. Y no creo que nadie quiera creerme. Por eso de que mis calcetines me lleguen por encima de las rodillas... No sé (no creo, mejor dicho).