martes, 2 de diciembre de 2014

Sesenta y siete.

Somos todo aquello que una vez juramos no ser. Eso que decidiste no hacer nunca y olvidar siempre. Te conviertes en tu propia batalla. Somos eso que el recuerdo busca tras de sí una y otra vez. Un millón de cicatrices a las que hemos cogido el gusto. Somos una suela desgastada de zapato caro, el valor es el mismo que en un principio, el precio que dan por tí no. Somos los latidos del corazón que se escuchan cuando lloras a pleno pulmón. Somos un complejo inmenso. Y estamos rotas, desgastadas, olvidadas. Y aún así somos las palabras más bonitas jamás dichas. Los gritos más impotentes jamás oídos. Las lágrimas más sentidas jamás lloradas. Somos un puñado de imposibles que otros ya consiguieron antes. Somos eso que nadie quiere ser, pero que todos envidian. Como un invierno en la playa, una película interminable o una fotografía en blanco y negro. Somos lo que nunca quisimos ser, lo que nosotros decidimos ser. Somos una puta contradicción en toda regla. Creemos que podemos saber lo que somos y nunca estaremos seguros. Porque no elegimos ser lo que nunca quisimos ser. Somos tan inseguros que ser quienes no queremos ser, y hacer lo que no queremos hacer, quizás sea lo mejor para el mundo.