lunes, 7 de abril de 2014

Cincuenta y tres.

Cuando te obligas a tomar un camino que no es el tuyo. Y acabas por no respirar. Porque vives encerrada en una habitación que te ahoga. Y puedes oir los susurros del pasado queriendo decirte que te echa de menos. Y no lo crees. Porque las palabras se borran con el tiempo. Y a veces solo las decimos por no callarlas. Y menudo error ese. El de querer seguir adelante cuando sabes perfectamente que estás en la última página del libro. Porque solíamos esperar la lluvia de abril y los claros de enero. Pero ahora solo nos queda el frío imposible de agosto. El que se hacía más duro sin tus abrazos, sin tus brazos, sin ti. ¿Ahi arriba hace sol siempre?