miércoles, 30 de enero de 2013

Veintitrés.

Parece que estabais destinados a estar juntos. Y si no lo estabais, al final acabasteis así. Pero chico, cuídala. Porque la haces romperse en pedazos. Porque la haces dudar de sí misma. Y que fácil es mirarla a la cara y destrozarla. Pero que dificil intentar recomponerla. Y que sencillo es hacerla sentir mal, pero que complicado conseguir que todo vuelva a estar como antes. Y es que si tú no estás, ella parece que no puede ni respirar, pero no viceversa.Porque cada noche se tumba en su cama y te piensa. Intenta que sus lágrimas desaparezcan por la mañana, y te va a buscar con una sonrisa que parece iluminar el mundo. Eres tú el que la vuelves loca. La haces perder el sentido. Y es que hasta ayer mismo la tratabas como una princesa, y hoy parece que el trono se lo robaron. Y ella por más que te mira, no te encuentra el fallo. O quizás si lo hace, pero no se atreve a reconocerlo. Y es eso, el miedo. Ese miedo que circula por sus venas. El miedo a perderte o quizás a que tú la pierdas a ella. Porque solo hay una diferencia, y es que ella no te olvidará, y tú probablemente la dejes en el camino. Y es que al final, el número de cicatrices determina lo poco que la quisiste.

martes, 15 de enero de 2013

Veintidós.

Y sales a la calle. Simplemente para que el frío caliente tus venas. Y te sientes pálida, y sola. Y cada vez que intentas avanzar el viento se cuela entre tu piel. Y puedes sentir ese frío. Como al tener ese contacto te hace temblar. Te envuelve en una bola de calor. Te controla el cuerpo como él quiere. Y si quiere verte pálida, así es. Si quiere que seas roja, te vuelves como tal. Y así... El frío te elige. Te escoge y te abraza hasta que pierdes la noción del tiempo y te das cuenta de que estás sola. De que esa soledad no es culpa de la aguja.
Y es que ya podría ser el frío la ausencia de calor, y no al revés.

Veintiuno.

Ella se miraba de arriba a abajo y solo veía a esa pobre niña que camina cabizbaja por la vida. Con esas ojeras que guardan noches pegada a los libros. Esos pelos de "te he soñado esta noche". Esa niña que cuando abre la boca solo lo hace por no parecer muda. Y no es que sea tímida, es que es como llevar un pez a un desierto. Esa que siempre lleva puestas las orejas, para oír cada paso, cada silbido. ¿Sabes de quién te hablo? Por supuesto, esa chica a la que tantas cicatrices le has dejado. Esa niña que se despierta cada noche solo para desahogarse. Y como de costumbre, empapa la almohada. Es su confidente. Como la uña de la carne y la sonrisa de los dientes, dependen la una de la otra. Y es que, ¿cómo no va a desfallecer así? Si cada vez que intenta decirte "te quiero" le pones una excusa. Y ella ya creía que que la ficción le había ganado la partida. Porque por tu culpa está más perdida que un personaje de ficción en una historia real, y viceversa.

Veinte.

Pero, ¿cómo no me voy a ver pequeña? Si es como quemar agua. Nos consume, nos ciega, nos mata. Porque intentamos buscar lo que nunca se encuentra. Y claro, si intentamos caminar tan rápido, al final acabamos siendo cangrejos. Haciendo que un paso hacia atrás sea un logro. Pero siempre tenemos la misma excusa, y es que fue la vida "que es muy puta". ¿Pero como no va a serlo? Si nos pasamos las horas quejándonos del mundo. Hasta del revés todo tiene más sentido. Nos ordenamos. Amueblan nuestra cabeza, con material de primera calidad, pero nos dedicamos a romperlo en lugar de cuidarlo. Y luego nos dicen que por qué no queremos seguir adelante. Y se me ocurre decir que porque ciertos muebles crujen más que aquella puerta de casa de la abuela. Pero intentamos soldar ladrillos rotos en añicos hace tiempo, pero, ¿de qué sirve? Porque nos empeñamos en pintar con azul, lo que necesita rojo y viceversa. Y tantas veces habremos buscado ese final perfecto que ya confundimos hasta nuestra mente. ¿Acaso estoy aquí por algo? No sé, ya ni siquiera sé por qué mis palabras siguen siendo escritas.

Diecinueve.

Tratamos de ahogar palabras. Nos mostramos complices de nuestras propias batallas. Tenemos problemas para todas las soluciones. Nos lamentamos durante horas por un error. Intentamos recuperar un pasado que sabemos que nunca volverá. Pero llega un momento, en el que te asomas por la ventana, y sientes que no eres nadie. Que te pasaste una vida entera intentando olvidar lo que dijiste. Recuperar lo que perdiste. Amar lo que odiaste. Cambiar lo que hiciste. Nuestra vida se basa en mirar al pasado, y alimentarnos de él. Nunca buscamos que el momento presente sea perfecto. Porque preferimos dejarlo pasar y lamentarnos después.

martes, 8 de enero de 2013

Dieciocho.

Trato de escribir en un cuaderno repleto de palabras que parecen carecer de sentido. Parecen ser palabras cansadas de ser escritas. Trato de escribir con las manos vacías de esperanza, pero el pensamiento lleno de emoción. Esa falsa esperanza que me regala el poder ser alguien. Trato de escribir bajo el frío que nos brinda el invierno. Hojas que ya acostumbran a verme tachar, me dan abrigo. Me abren sus brazos y me arropan. Trato de escribir con la certeza de que algún día, leeré tales palabras, y me recordaré a mí misma fallando, cayendo y levantándome. Un bolígrafo con la tinta a medio acabar, cuenta poco a poco, la historia de una chica. Una chica que en lugar de vivir a base de despreocupaciones; sobrevive a base de palabras. Sobrevive a base de papel, bolígrafo y lágrimas.

Diecisiete.

Nada importa cuando tú no importas a nadie.

lunes, 7 de enero de 2013

Dieciséis.

Le mirabas a los ojos y le matabas poco a poco. Pero hasta desde el balcón dónde él te observaba cada día, se podía ver el dolor en tus ojos. Las ganas de abandonarlo todo. Él te trataba cual princesa de la Edad Media. Te soñaba cada noche a su lado, y al despertar, tú hacías cumplir su sueño. Pero tantas velas apagasteis, tantas plantas visteis marchitar, tantas veces os prometistes imposibles, que ya no queda nada. Solo queda un mísero trozo de pan, que dijiste sería como ver acabar lo que un día nos alimentó.

sábado, 5 de enero de 2013

Quince.

Esas cicatrices que tienen una historia. Esas que tú mismo te encargaste de abrir, y nunca se cerraron. Esas heridas que escuecen, que duelen. Esas cicatrices son lo único que me queda de tí. Todo es muy confuso. Esas heridas me mantienen en pie y me derrumban al mismo tiempo. Dejaste que toda esa sangre se derramara. Permitiste que mi dolor aumentara. Claro que recuerdas todo lo que me odiaste. Claro que te acuerdas de todo lo que me dijiste. Pero, ¿recuerdas lo que fuimos?
Ahora sé que nadie podrá hacerme daño, porque ya me rompiste tú entera.