jueves, 31 de octubre de 2013

Cincuenta.

Que es cosa del espejo. Al que nunca le caí bien (o es él el que me cae mal). Y de tanto esperar frente a él, acabé volviéndome loca. Que cada pisada me parecía una eternidad. Y una vez que me tumbaba, el mundo me daba vueltas. Que quizás nunca tendría que haber aprendido a desempañar el reflejo de mi desastrosa vida. A veces solo quiero secarme las lágrimas para seguir derramando más. Que no es fácil sobrevivir a una lucha interna. Pero sobre todo, no es fácil sobrevivir a un reflejo diario.

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