martes, 24 de enero de 2012

Siete.

Cuando estamos en un mundo misterioso que solo nuestras cabezas conocen, podemos ser felices. Podemos tener un gran palacio con un pricipe azul, enormes fuentes a los alrededores y múltiples rosales de rosas rojas. Si, podemos ser libres, podemos viajar a dónde queramos, podemos tener esa capacidad de crear un mundo nuevo. En ese mundo no hay un solo chico rompecorazones, ni la típica chica pasadita de rosca. Es un mundo donde las lágrimas solo se sufren por la risa. Allí hay ropa gratis para todas. Ni una sola hambruna. Tenemos todos una casa inmensa, con suelos de mármoles y piscina en el jardín...

Pero luego vuelves a la realidad y sigue habiendo niñatos rompecorazones, y te toca a ti secar las lágrmas por culpa de una chica pasada de rosca. Pero llegas a casa, y te encuentras con que tu suelo no es de mármol, y te toca fregarlo. Que no hay ni piscinas ni fuentes a sus alrededores y que tu principe azul no te está esperando en la puerta. No hay rosales, ni rosas rojas. Tampoco hay vestidos gratis. No podemos ser libres y el mundo está repleto de hambrunas.
Entonces, buscas un sitio donde olvidarte de todo y te refugias en tu cabeza, para encontrar nuevos descubrimientos, que te hagan confundir realidad con ficción.


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