miércoles, 30 de enero de 2013

Veintitrés.

Parece que estabais destinados a estar juntos. Y si no lo estabais, al final acabasteis así. Pero chico, cuídala. Porque la haces romperse en pedazos. Porque la haces dudar de sí misma. Y que fácil es mirarla a la cara y destrozarla. Pero que dificil intentar recomponerla. Y que sencillo es hacerla sentir mal, pero que complicado conseguir que todo vuelva a estar como antes. Y es que si tú no estás, ella parece que no puede ni respirar, pero no viceversa.Porque cada noche se tumba en su cama y te piensa. Intenta que sus lágrimas desaparezcan por la mañana, y te va a buscar con una sonrisa que parece iluminar el mundo. Eres tú el que la vuelves loca. La haces perder el sentido. Y es que hasta ayer mismo la tratabas como una princesa, y hoy parece que el trono se lo robaron. Y ella por más que te mira, no te encuentra el fallo. O quizás si lo hace, pero no se atreve a reconocerlo. Y es eso, el miedo. Ese miedo que circula por sus venas. El miedo a perderte o quizás a que tú la pierdas a ella. Porque solo hay una diferencia, y es que ella no te olvidará, y tú probablemente la dejes en el camino. Y es que al final, el número de cicatrices determina lo poco que la quisiste.

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