martes, 15 de enero de 2013

Veintidós.

Y sales a la calle. Simplemente para que el frío caliente tus venas. Y te sientes pálida, y sola. Y cada vez que intentas avanzar el viento se cuela entre tu piel. Y puedes sentir ese frío. Como al tener ese contacto te hace temblar. Te envuelve en una bola de calor. Te controla el cuerpo como él quiere. Y si quiere verte pálida, así es. Si quiere que seas roja, te vuelves como tal. Y así... El frío te elige. Te escoge y te abraza hasta que pierdes la noción del tiempo y te das cuenta de que estás sola. De que esa soledad no es culpa de la aguja.
Y es que ya podría ser el frío la ausencia de calor, y no al revés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario